lunes, 25 de diciembre de 2017
domingo, 24 de diciembre de 2017
Nuevas pintadas de ETA en la Chantrea
La decisión de renombrar la Chantrea como Txantrea ha generado malestar entre la mayoría de los vecinos del barrio. Esta medida, a todas luces ideológica, destinada a desarraigar al barrio de su verdadera historia e identidad, ha gustado menos de lo que esperaban los ideólogos que consideraban que el barrio estaba ya preparado para el cambio final.
Pero la insumisión de los vecinos
de la Chantrea, reacios a perder su identidad, ha motivado que esta noche un
grupo de violentos haya grabado anagramas de la banda terrorista ETA en
las calles del barrio. Los carlistas de Navarra queremos denunciar este acoso.
Los vecinos de la Chantrea no deberían
madrugar viendo pintadas desagradables y mucho menos semejantes actos de
exaltación del terrorismo. Las calles de la Chantrea no pueden convertirse en
un campo de batalla. Nuestros hijos no deberían jugar en medio de ninguna
amenaza.
Los autores de las pintadas merecen un castigo ejemplar. Los carlistas sugerimos que sean ellos mismos quien limpien las paredes de la Chantrea. También podrían realizar otros trabajos comunitarios relacionados con la gestión de las basuras. De esta manera, los autores de las pintadas podrían integrarse en la verdadera vida del barrio, sirviendo a toda la comunidad y no sólo a sí mismos.
Los carlistas de Navarra queremos
alertar también que esta situación de violencia que vive la Chantrea puede
extenderse perfectamente al resto de barrios de Pamplona, porque la izquierda
abertzale pretende cambiar radicalmente, en su totalidad, la configuración de
nuestra ciudad.
Por último, y desde la calle, como
cada año, en este tiempo que precede al nacimiento de Cristo, los carlistas deseamos
a todos los navarros una muy Feliz Navidad. Esta noche ya no hará frío, y cada barrio, cada edificio, cada casa, serán un poco más acogedores, algo más hogares, para recibir al Hijo de Dios.
24 de diciembre de 2017
viernes, 15 de diciembre de 2017
Miguel Garisoain, jefe de carlistas
Hoy hemos amanecido con la
noticia de la muerte de Miguel Garisoain, jefe de carlistas navarros. Que Dios
lo tenga en su Gloria.
El pasado 8 de julio había fallecido su
esposa, María Eugenia. Con ella le vimos muchas veces en primera línea, en los
actos que organizaba la Comunión Tradicionalista Carlista, sin importar el
frío, la lluvia o cualquier adversidad que se presentase. Toda su trayectoria
política, en cualquiera de los cargos que ocupó, fue sinónimo de lealtad a los
principios de la causa: Dios, Patria y Rey.
Miguel Garisoain deja tras de sí
una familia extensísima, fruto de una vida entera de servicio. Este patriota
navarro tuvo una vida fecunda. Desde primera hora de la mañana hemos recibido
el testimonio de militantes que reconocen el trabajo de Miguel Garisoain, jefe
de carlistas. Trabajó por la unidad e inspiró el respeto de sus correligionarios,
que hoy, por una parte, lamentamos su muerte y, por otra, celebramos su llegada
a la casa eterna.
El amor a la tradición tiene que
ver con la esperanza que nos han dejado hombres como Miguel. Como
otros que fueron antes que él, conocía el resultado final, sabía de la victoria
de Cristo. Entre las anécdotas que recordamos hoy, está el haber asistido con
él y su hijo Javier, después de una manifestación contra el aborto, en un
pequeño bar de Pamplona, a la elección de un nuevo Papa de la Iglesia: Francisco.
La tradición vive en el agradecimiento a los que fueron, a los que amaron antes que nosotros. Inmensamente
agradecidos, este grupo de carlistas quiere seguir recordando a este hombre
fuerte cada vez que, como manda la Ordenanza, como si de una oración se
tratara, el grito de los patriotas prenda fuego en el aire: ¡Viva España!
miércoles, 6 de diciembre de 2017
Una conspiración de cursis
Estos últimos meses hemos
escuchado muchas críticas al régimen constitucional vigente, algunas más
atinadas que otras. A los carlistas, que celebramos hoy a San Nicolás de Bari, todo
lo que rodea a la Constitución del 78 siempre nos ha parecido un argumento
cursi.
En los tiempos que han llamado de
“Transición” se creó toda una mitología: historietas, canciones, eslóganes.
Esta mitología a duras penas logró maquillar dos detalles fundamentales: que la
Transición y la Constitución de 1978 estaban protagonizadas por personas de la
dictadura franquista y que en España iba a seguir vigente un régimen de
despotismo. Canciones como Libertad sin
ira o el cuento terrorífico de una pre-Transición en la que los españoles
se odiaban a muerte apenas dieron verosimilitud a una realidad que se tambalea
hoy con nuevos problemas, como el de los independentistas catalanes. Incluso a
los autores del engendro, que (por ejemplo) fueron incapaces de prever que lo
que querían los independentistas era la independencia, se les ha dado en llamar
“Padres de la Constitución” con esa reminiscencia a lo estadounidense que tanto
deleita a los apátridas.
El mito es endeble: no estaba
construido para perdurar. Se sostiene con demasiada propaganda. Ya después de
que Tejero entrara en el Congreso a los listillos apenas se les ocurrió aquello
de “Ni está ni se le espera”, pero había muchos cabos sueltos. Los hechos
restaban verosimilitud a la historia. Desde entonces, ante cada uno de los
problemas alentados por la chapuza de los constitucionalistas ha habido respuestas
similares, in extremis, sin virilidad
alguna. Así, nos hemos cansado de escuchar expresiones difusas como
“disfunción” o “error en el diseño”, repetidas como un mantra, como magia, para
explicar la incapacidad de los constitucionalistas.
Despreciaron lo que perdura, la
voz de los pueblos, la sabiduría de los antiguos, el esplendor de la verdad, la
vida de España. Si hoy se mantiene todo el régimen de 1978 es porque es capaz
de funcionar, como las grandes máquinas de la burocracia, al margen de la
patria a la que debería servir. En fin, lo que tratan de ocultar los cursis es
lo siguiente: la Constitución de 1978 alimenta a miles de oficinistas a los que
España importa un bledo. Son derechistas e izquierdistas, agrupaciones de
intereses, partidos de notables, clubes de listillos. Pero su cursilería no les
salvará para la Historia.
***
“Las Constituciones antiguas
fueron el producto natural, espontáneo, de la realidad histórica; las modernas
son creación arbitraria de la abstracción filosófica. Las Constituciones
antiguas fueron la elaboración lenta y silenciosa de los siglos, el centro de
gravedad en que hallaron su equilibrio todas las moléculas del cuerpo social,
la resultante de varias fuerzas convergentes en el interés común; las
Constituciones modernas fueron hechas de golpe por un partido, a veces por unos
cuantos aventureros políticos y filósofos soñadores, en provecho de la facción
triunfante, contra todos los intereses históricos y el verdadero sentimiento
nacional. Las Constituciones antiguas aunque presentan algunas semejanzas entre
sí, se diferencian en muchas maneras por adaptarse al medio en que nacieron y
habían de vivir, al fin, como obra de la naturaleza; las Constituciones
modernas están cortadas por un mismo patrón inflexible, al cabo como engendros
de la idea.
De este origen y naturaleza
íntima de las Constituciones proceden sus diferentes caracteres de rigidez y
flexibilidad, de estabilidad o instabilidad. La Constitución antigua es
flexible y variada, como la naturaleza; la moderna rígida y uniforme, como una
fórmula algebraica; la antigua respondiendo a una verdadera necesidad social,
se arraiga profundamente en las entrañas de la sociedad, y es, por
consiguiente, estable y duradera; la moderna, hija del capricho e introducida
por la violencia, es ludibrio de las oscilaciones de la
opinión y de los vaivenes del albedrío. Finalmente, la moderna es artefacto
mecánico, y la antigua organismo vivo, como ha de ser toda buena Constitución,
porque, según la felicísima frase de Aristóteles, la Constitución es la vida
del Estado”.
P. Narciso Noguer, S.J.
(1858-1939)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)