miércoles, 29 de marzo de 2017

La historia del príncipe español cautivo de los nazis


El líder del Frente Popular francés, León Blum, describe en sus memorias su paso por los campos de concentración nacionalsocialistas. En Dachau coincide con una serie de presos ilustres cuyos nombres menciona. En determinado momento se detiene para ponderar el heroísmo de uno de estos cautivos, “del que aprenderemos a amar la sencillez perfecta y la bondad”. Este prisionero, cuya generosidad elogia Blum, lleva el número 156.270. Es español y se ha salvado por poco de ser ejecutado. Condenado a muerte, debe la vida a que cuando era trasladado en tren con otros presos un bombardeo estadounidense ha hecho explotar el vagón donde se encontraba su expediente. León Blum nos da su nombre: “don Xavier”.

Este misterioso don Xavier, cautivo de los nacionalsocialistas alemanes, es un príncipe español apresado por liderar un maquis de la resistencia francesa en los alrededores de su castillo. En las inmediaciones de Bostz, donde grandes bosques ofrecen su resguardo, se ha puesto al frente de varios cientos de guerrilleros. Durante la primera guerra mundial, este príncipe había luchado en el pequeño ejército de los belgas. Su historia es desconocida, pero otros de sus leales españoles también combatieron en las trincheras aliadas. Más de veinticinco años después, ha vuelto a empuñar las armas.

Cuando los alemanes adquieren conciencia de quién es su prisionero, escriben a España. El general Francisco Franco se desentiende del asunto, pues el cautivo es un quebradero de cabeza para sus planes políticos. Don Xavier no es otro que don Javier de Borbón-Parma, el noble a cuya voz de mando se han alzado tres generaciones, miles de carlistas, durante la guerra civil española. Su tío don Alfonso Carlos, el anciano rey, ha fallecido atropellado por un camión en Viena cuando volvía de dar un paseo. Esta muerte convierte a don Javier en regente de los carlistas, cuyos planes para España son distintos de los del general.

Don Javier, hombre de acción cautivo, va a vivir toda una serie de peripecias delirantes. Después de ser capturado pasa por el campo de Struthof. Luego es trasladado a Dachau. Convertido en el prisionero 156.270, en el más completo anonimato, padece los horrores del Lager. Allí se salva de otra muerte segura cuando, condenado otra vez a muerte, un prisionero –posiblemente polaco-, cambia su número destinado a la cámara de gas por el de otro preso que ya está muerto. Pero don Javier enferma gravemente, está otra vez al borde de la muerte.

Don Javier contrae el tifus. A punto de morir, recibe la comunión de manos de un preso. El relato de todos estos sucesos, estremecedor, lo proporciona el cántabro Ignacio Romero Raizábal en su libro El prisionero de Dachau 156.270. Un médico francés apellidado Roche y un cirujano judío salvan la vida al noble español. Don Javier es operado –trepanación de oído- sin anestesia. Él mismo relata la operación a Raizábal: “Como no había anestesia, me ataron fuertemente la cabeza, las piernas y los brazos, para que no me pudiese mover. El doctor judío, muy hábil, me operó. Me hizo ver las estrellas, pero me salvó la vida. Después me hicieron un vendaje con papel blanco”.

Don Javier salva la vida de puro milagro. Acabada la segunda guerra mundial, se volvió a poner al frente de sus hombres. El carlismo se preparaba para postularse como alternativa. Setenta años después, su nieto Carlos comenta la epopeya en el periódico La Vanguardia: Un día le pregunté a mi abuelo si Dachau no destruyó su fe en la humanidad... “¡Al contrario!”, me dijo.

¿Por qué?, pregunta el periodista. Don Carlos repite las palabras de su abuelo: Cada día presencié actos de heroísmo, los presos se ayudaban pese a la amenaza de ser ejecutados: ¡mi fe en la humanidad creció! “Yo he heredado esa confianza de mi abuelo”, añade don Carlos.

viernes, 10 de marzo de 2017

¿Sirve esta iniciativa para algo?


"(...) desde principio del siglo XIX, han perecido a la sombra de la bandera de Dios, Patria y Rey, en los campos de batalla, en el destierro, en los calabozos y en los hospitales..."

Hoy los carlistas estamos de fiesta. Cada diez de marzo celebramos los Mártires de la Tradición en recuerdo de los que murieron por nuestra Causa. En previsión de tal fecha, el capitán de esta compañía pidió a este redactor un pequeño artículo. La tentación ha sido componer algún tipo de salmodia de batallas y hechos alucinantes, o, cuando menos, un homenaje rotundo a algún personaje de nuestra dilatada historia. Sin embargo, dado que hoy es nuestra fiesta, este redactor se ha permitido lanzar un guante a quienes, como él, celebran a sus muertos. Hoy esta página recoge un texto para los carlistas.

El carlista común sigue este blog con algún tipo de expectativa. Quizá porque este altavoz de los Carlistas de Navarra mantiene un tono diferente. Aunque somos pocos, y no estamos registrados, ni tenemos “Reinos” ni “Federaciones”, ni “Partidos” ni “Comuniones”, hemos articulado un proyecto carlista basado en tres pilares: convivencia, barrio y actitud.

En torno a nuestras propuestas pretendemos ahora abrir un debate.

Los Carlistas de Navarra, a pesar de que la leyenda nos caracteriza como mitad ogros mitad trabucaires, valoramos la convivencia. Mucha gente elogia ideales de tolerancia y consenso, pero nosotros hemos visto que, en realidad, no hay demasiado de esto en la calle. Es como si alguien quisiera enfrentarnos a todos, incluso a los carlistas, que somos pocos y estamos en invierno.


Ante esta realidad, nosotros nos juntamos, hablamos de nuestras cosas, criticamos y alabamos, y tratamos de elaborar las respuestas constructivas que consideramos necesarias en una sociedad tan quebrada por el odio. Se trata de una con-vivencia basada en ideales compartidos, el respeto mutuo y las hazañas de cada cual, como en el poema de Calderón dedicado a la milicia: “porque aquí a lo que sospecho / no adorna el vestido el pecho / que el pecho adorna al vestido”.

Nos organizamos a nivel de barrio. Entre otras cosas, nos importa lo que sucede en los barrios de Pamplona porque vivimos en ellos. Esto puede parecer una obviedad, pero hace falta recordarlo de vez en cuando. En torno a nuestros barrios, y velando por su salud, hemos presentado algunos textos en prensa. Como formamos parte de un mismo municipio, también tenemos recogidas propuestas municipales.

Asumimos un poco la misión de mirar a nuestro alrededor, pensar sobre lo que vemos y hacer sugerencias. Tenemos mucho de  núcleo de reflexión, esta es nuestra manera de practicar el Carlismo. La actitud reflexiva enriquece bastante al grupo. Nos cuestionamos las cosas y tratamos de salir al paso de problemas actuales.

Sin embargo, no somos un grupo de pensadores. Somos más bien un grupillo de personas que practican amores y lealtades. Esto nos cohesiona bastante. Creemos en la Redención, tenemos un interés sincero por las ideas de don Carlos de Borbón-Parma y compartimos un sano escepticismo hacia un montón de formas de derrota. Estas lealtades se concretan en las acciones que hemos realizado en dos años de iniciativa.

Hoy, diez de marzo, nos planteamos si sirve todo esto para algo. ¿Tiene sentido esta militancia concreta? Es decir, ¿estamos siguiendo, de manera correcta, los pasos de quienes dieron su vida por esta Causa?

Entre los carlistas esto se habla mucho. Más o menos, tenemos todos bastante claro que estamos llamados a disolvernos en la sociedad. No en un sentido negativo, sino como aquellos carlistas que, después de poner en marcha las Javieradas, dejaron que la vida las regalara al pueblo de Navarra. El problema es, ¿cómo seguir disolviéndose?

Algunas personas han optado por dejar de lado las estructuras propiamente carlistas y están en partidos, asociaciones, círculos culturales. Son abiertamente carlistas, pero ven más beneficioso para la sociedad su trabajo concreto en estos lugares. Nosotros, sin dejar de lado esta opción, nos juntamos de vez en cuando bajo el paraguas de Carlistas de Navarra para reflexionar y actuar directamente “en carlista”. Estamos convencidos de que de pequeños núcleos similares pueden salir ideas muy buenas.

De hecho, vuelven a tenerse en cuenta hoy valores como la cooperación y el autogobierno que los carlistas llevamos muchos años concretando. Se buscan en el extranjero ideales que nosotros hemos mantenido, como el patriotismo y la garantía monárquica. Incluso algunas personas, tratando de concretar la autogestión y la subsidiariedad, creyéndose audaces descubridores de realidades originalísimas, han conferido nombres nuevos a nuestros viejos fueros.

¿Les convence la respuesta? Nosotros tenemos a disposición de quien quiera un correo electrónico, carlistasdenavarra@gmail.com, para que nos envíen suspicacias, opiniones, sugerencias…

jueves, 2 de marzo de 2017

Hazte Oír y Chrysallis: dos caras de la misma revolución

Los carlistas de Navarra condenamos la intención del lobby Hazte Oír de visitar Pamplona con su propaganda. Un mes después de que una reacción vecinal sin precedentes obligara a la asociación Chrysallis a retirar su campaña a favor de la transexualidad de menores, Hazte Oír ha resucitado viejos males con el fin de acaparar la atención mediática. 

La táctica de Hazte Oír no es muy diferente de la de la asociación Chrysallis, que puso a Navarra en el mapa después de haber viajado a Nueva York para conseguir los dólares con los que trataron, sin éxito, de sembrar la polémica en nuestros barrios. Los lobbys se alimentan de polémicas.

La intención del lobby es convertirse en una referencia a cualquier precio, renunciando incluso a la legítima participación política y cultural para obtener el rédito que proporcionan a corto plazo sus maniobras provocadoras. Hazte Oír ha convertido así varias causas justas en amenazas para la convivencia vecinal. 

Por supuesto, a los carlistas no nos preocupa sólo que una entidad nociva pervierta una causa. Más crítico nos parece que, resucitada la polémica sobre el escenario mediático, los escasos partidarios de la ideología de género utilicen la campaña de Hazte Oír para ridiculizar la defensa de la naturaleza humana. De esta manera, Hazte Oír contribuye a la campaña de persecución de la infancia iniciada por la asociación Chrysallis, que ya trató de educar a nuestros vecinos más jóvenes a través de una agencia de publicidad.




Sin una comunidad que los respalde, ni una cultura que los impulse a la vanguardia, es propio de los lobbys alimentarse de las falacias que ideologías rivales crean y los medios vocean. Mientras el vecino comprometido reacciona para proteger a quienes ama, el lobby procura mantener con vida el ataque que sufre la familia del vecino, pues puede auparle al poder. Por supuesto, al lobby le importa muy poco que los partidarios de tal o cual ideología vivan de hacerse las víctimas, porque el lobby necesita espacio de influencia, debe atacar para seguir creciendo.

Los carlistas de Navarra defendemos que el ámbito propio de la educación de niños y jóvenes es la familia. Por tanto, seguiremos reaccionando ante cualquier intento de violar el legítimo derecho de los padres a educar a sus hijos. También seguiremos advirtiendo, aunque duela, de la presencia de lobos con piel de cordero dispuestos a pervertir hasta lo más sagrado.

Por último, los carlistas queremos pedir a todos los partidos políticos y colectivos que se han solidarizado con la propaganda a favor del transexualismo que actúen con la misma contundencia a la hora de defender y aplicar medidas que protejan a las familias navarras.


Los revolucionarios son profesionales de la alarma social
 Foto de Konstantinos Stampoulis para Wikimedia