lunes, 29 de agosto de 2016

Fueros para todos

En un sonado artículo en Vozpópuli, el historiador y periodista Fernando Díaz Villanueva reclama fueros para todas las regiones de España. Aunque de tendencia liberal, Díaz Villanueva sabe ver los beneficios que proporciona el sistema foral. No cae tampoco en el tópico que tilda a los navarros de insolidarios con el resto de las Españas. Se agradece. 

Desde este blog aplaudimos el artículo, aunque nos gustaría que la reivindicación foral se centrara menos en los beneficios de la competencia entre regiones y más en que los fueros propician el ejercicio de las libertades.

Un monumento así en cada pueblo, en cada ciudad.

El artículo puede leerse PINCHANDO AQUÍ. 

"Los fueros de la España medieval nacieron de abajo a arriba. Las comunidades se los imponían a los monarcas, que se comprometían a observarlos y mantenerlos porque eran un pacto entre los habitantes y el rey. Idéntico fenómeno se dio en todos los reinos peninsulares, incluido el de Portugal. ¿De verdad alguien cree que los fueros son una singularidad vasco-navarra? León tuvo su primer fuero en el año 1017, Jaca en 1076, Logroño en 1095, Zaragoza en 1119, Madrid en 1145, Valencia en 1261, los usatges de Barcelona son del siglo XI. Nuestra historia, en definitiva, es la de la descentralización y la primacía del poder local.

No se trata de volver a la Edad Media, pero sí de recuperar el principio bottom-up que inspiró el nacimiento y expansión de los reinos medievales de cuya integración bajo una misma corona nació la propia España. Es más justo, más eficiente y tiene al individuo y no al Gobierno como centro, luego cualquier reforma que se haga solo vendrá acompañada de éxito si se respeta ese principio". 

jueves, 25 de agosto de 2016

Las necesidades del consumidor

En una mañana he escuchado el mismo argumento dos veces, sobre dos asuntos distintos: “Para responder a las necesidades del consumidor”. En un reportaje sobre la apertura de un Carrefour las veinticuatro horas del día los siete días de la semana, la empresa francesa daba el argumento de que lo hacía “por el bien del consumidor”. Hablando con una profesora de instituto, le preguntaba sobre el cambio de libros de texto cada año, y me contestaba que las editoriales esgrimen el argumento de que cada año adaptan mejor los contenidos a los estudiantes. Todo por el bien del consumidor.

Sin ánimo de caer en acusaciones ideológicas, ya me empieza a escamar esto de “las necesidades del consumidor”. En primer lugar, porque es seguro que el gran beneficio lo obtienen los centros comerciales –a Carrefour lo definía El País como empresa “defensora histórica de la liberalización del horario comercial”- y las editoriales que obligan cada año a los padres a cambiar los libros, dificultando, por cierto, que estos se hereden entre hermanos, primos, familias amigas y vecinos. No entraremos en esta ocasión al tema de los precios de los libros de texto, que requiere capítulo aparte.

En segundo lugar, visto el beneficio que obtienen los centros comerciales 24h y las editoriales, que está muy bien que lo obtengan, nos planteamos: ¿Obtienen beneficios los consumidores? Y, más concretamente, ¿quiénes son los consumidores?

“Por las necesidades del consumidor”, dicen, pero tanto un caso como el otro plantean problemas. Con respecto a los centros comerciales, un argumento en contra de la apertura las 24h –y también de la apertura dominical- es el perjuicio que causa esta medida a los pequeños y medianos propietarios, que no pueden participar en igualdad de condiciones con respecto a las grandes superficies. ¿Es que los propietarios y trabajadores de los pequeños y medianos comercios son una especie aparte del resto de la sociedad? ¿Es que no son también consumidores?


Con respecto a los libros de texto: ¿Tanto cambian los contenidos de un año para otro? ¿Tanto cambia, por ejemplo, la asignatura de Historia? ¿Acaso es un bien para los consumidores el gasto exagerado que tienen que realizar las familias? ¿Es que las familias son una especie diferente de resto de la sociedad? No entraremos tampoco, en esta ocasión, en las dificultades a las que se enfrentan las familias numerosas, porque también merece esto capítulo aparte.

Cada vez molesta más este “responder a las necesidades del consumidor”. ¿Piensan que somos bobos los consumidores?

No, por eso vamos a defendernos, entre todos, porque esto requiere el concurso de todos. Siempre es posible hacer la compra por la mañana y por la tarde, los días de labor; en vez de por la noche y el domingo. Como se ha hecho siempre.

Puede ser posible convencer al profesor/colegio -recordándoles que también forman parte de la sociedad- para hacer frente a las editoriales y que hagan propuestas educativas de calidad sin cambiar los libros cada año, así como cabe la posibilidad, ya se está haciendo, de que los padres se organicen para hacer trueques o regalar libros.

Un último detalle. Cuando el PP de Madrid aprobó la ley que permite abrir a las empresas todos los días del año, sus portavoces hablaban de “libertad de los comerciantes”, “liberalización de los horarios” y que no obligaban a nadie a abrir todos los días. Hoy, como ayer, siguen invocando la libertad para cometer tropelías. Y curiosamente hoy, como ayer, la respuesta social vuelve a enfocarse en la generosidad y el trabajo en común de todos los vecinos. La victoria depende de que todos estemos concienciados.  

sábado, 13 de agosto de 2016

Continúa el odio

Nos llega desde Ondarroa esta fotografía. Han profanado con pintadas la tumba de José María Arrizabalaga Arcocha, carlista, asesinado por ETA en 1978. Desde aquí nuestra solidaridad con la familia Arrizabalaga y nuestra condena de esta nueva salvajada perpetrada por los que odian. 

No seremos nosotros los que gritemos "Ni olvido ni perdón", porque no es cristiano este grito, pero nos acordamos de él, y, por él y los que cayeron por esta Causa, aquí seguimos. Para servir. 

Si existe algún problema, que se atrevan con los vivos.


martes, 9 de agosto de 2016

Siempre es más fácil disparar al espantapájaros

En estos días, las conversaciones sobre política son caóticas, violentas y a veces llegan hasta el punto de poner en riesgo amistades de siempre. En torno a estas discusiones es fácil detectar que hay poco razonamiento, mucho eslogan y, sobre todo, mucha falacia. Sí, falacia, en el sentido clásico, en el sentido que le daban a las falacias los maestros de la Retórica. El resultado es el caos más desesperante.

No está en nuestra mano que los líderes de los partidos recuperen el hábito de la buena discusión para resolver problemas, pero sí que a pie de calle, que es desde donde pensamos que ha de venir la regeneración social, todos los vecinos adquiramos conciencia de que hay que ponerse las pilas en eso de hablar las cosas para solucionar problemas.

Aunque duela decirlo, porque no lo estamos pasando bien, el cambio empieza por nosotros. Empecemos, pues, desechando algunos de los hábitos que nos crean problemas. Desechemos hoy la falacia del hombre de paja, es decir, esa trampa para rebatir argumentos que consiste no en atacar el argumento que trata de esbozarnos la persona con la que hablamos, sino en ridiculizar ese argumento, exagerarlo hasta el esperpento, para luego darle la puntilla. A esta falacia también se la conoce como “el espantapájaros”. Veamos un ejemplo:

-          -  Hay que distribuir mejor la riqueza.
-          -  No se puede andar expropiando a la gente, amigo.

Explicación de la falacia. Un tipo que está en un bar piensa que la riqueza está mal distribuida y que, por lo tanto, hay que repartirla mejor. Otro tipo, que no está de acuerdo identifica la distribución de la riqueza con la expropiación, que suena muy mal y es más difícil de sostener.

Otro ejemplo es aquel famoso monólogo de Clint Eastwood en Cazador blanco, corazón negro (1990) con una muchacha antisemita que utiliza la falacia del hombre de paja, exagera el mal comportamiento de algunos judíos del Soho de Londres durante la guerra, para justificar su posición antisemita.


A veces no queda más remedio que marcarse un Clint Eastwood, pero, al igual que los debates sobre política no tienen nada que ver con ganar finales olímpicas, las reuniones entre vecinos están para encontrarse y solucionar problemas, ya sean reuniones de escalera o plenos de ayuntamiento, no para colgarse medallas. Frente a las falacias de los malos, el diálogo de los buenos.

La falacia del hombre de paja parece una tontería, pero la usamos continuamente. Y tiene consecuencias insospechadas. Piensen ustedes, por ejemplo, en la izquierda abertzale y, a continuación, en los casos que conocen ustedes de jóvenes que, viniendo de hogares en los que jamás se ha ayudado a la izquierda abertzale, incluso de hogares que han sufrido la propaganda nacionalista y la kale borroka, se han pasado a militar con esa gente. No mentimos, tampoco contamos nada nuevo a algunos, cuando afirmamos que está detrás esta falacia. El paso de estos jóvenes a la izquierda abertzale tiene que ver con que allá donde se ha caricaturizado a la izquierda nacionalista ha bastado que los jóvenes bajaran al bar para que se les cayeran, de golpe, todos los prejuicios y, acto seguido, bien convencidos, se pasaran al otro lado, donde eran más majos, nadie echaba fuego por la boca y había mejor música.

***


Hagamos un esfuerzo por recuperar la razón.