Opinión.
Ayer, en la edición digital del
Diario de Navarra, aparecía el siguiente titular: Izquierda-Ezkerra
plantea que la placa no incluya “las gestas de Zumalacárregui”. Por lo
visto, la candidata de I-E al Ayuntamiento de Pamplona, Edurne Eguino, ha
emitido todo un comunicado para pedir que la nueva placa que se va a colocar en
el Portal de Francia no incluya “una inscripción que ensalza las gestas
militares de Zumalacarregui y los valores de Dios, Patria y Rey que defendió”.
A los carlistas no nos sorprende el
comunicado de Edurne, y consideramos que merece la pena desgranarlo de forma muy
breve para explicar por qué los
políticos siguen temiendo a los viejos carlistas. Las razones de su miedo también
ayudan a entender por qué los carlistas perseveramos hoy, 29 de abril de 2015,
tantos años después.
La primera razón: porque los
viejos carlistas eran espejo de virtudes que los políticos de la partitocracia
no poseerán jamás. Zumalacárregui murió por las libertades de su pueblo. ¿Se imaginan
a los concejalillos de Ezkerra haciendo lo mismo? No, porque en el fondo son
tan burgueses como los enemigos del general vasco.
La segunda razón del miedo de los
políticos es que las gestas de los viejos carlistas nos recuerdan que hay
causas justas y nobles. Los viejos carlistas no luchaban por los ideales vacíos
y banales que hoy se ensalzan en los parlamentos. No. Los viejos carlistas
luchaban por Dios, por la Patria y el Rey; y dieron su vida por ellos. Los políticos
temen que el ejemplo de Zumalacárregui, que vertió su sangre por una causa tan
noble, sea fermento de una rebelión. (En estos tiempos que corren
Zumalacárregui ya habría entrado a la carga en el Ayuntamiento).
La envidia y el miedo impulsan a
Edurne. A esto tal vez cabe añadir su ignorancia, tan propia de quienes han
sometido su pensamiento a las rigideces de una ideología. Estas son las razones
de que parezca que le importa más la placa que el
hambre que están pasando muchos pamploneses. Edurne tacha los ideales de Zumalacárregui
de “nostálgicos”. Bien, puede decir lo que quiera, pero los carlistas somos los
primeros que no nos vamos a creer las mentiras de los políticos. Ellos, los que
nos tachan de nostálgicos, nos quieren encerrados en la sacristía. Nosotros,
que creemos en nuestro ideario, proponemos que en estas elecciones municipales
se vote a candidaturas independientes, formadas por vecinos que no estén
sometidos a las ideologías. Las ideologías, como la de Edurne, sólo traen crispación.
Un carlista cabreado